La sombra de la sonrisa
Querido amigo, permíteme desilusionarte, pero no, no siempre sonrío. Quizá me hayas visto disfrutar, celebrar y pasarlo bien pero más allá de esos momentos puntuales hay otra alegría que expreso casi por supervivencia.
Soy consciente de la poderosa energía que acompaña a este sencillo gesto, por eso tienes que saber que aunque muchas veces me veas hacerlo no siempre hay detrás un motivo de felicidad, algunas veces tan solo busco un alivio que calme mi dolor, otras porque sencillamente no quiero hacer cómplice de mis mierdas al resto de la gente, todos sabemos que expresar estados de ánimo peligrosos en algunas ocasiones no viene a cuento por eso prefiero camuflarlos tras una sonrisa, si lo pienso bien es casi un pequeño aporte al resto de la humanidad…
En estas situaciones puede parecer paradójico pero me río porque me duele la vida, puedo sonreír hasta cuando siento que muero por dentro, pero me empeño en hacerlo aferrándome a la vida de esta forma. La verdad que soy experta ocultando mi naturaleza melancólica y sensible tras los trazos de una sonrisa, quizá cuando me duele la injusticia del mundo, la miseria del prójimo o el paso del tiempo… por eso prefiero ir en busca de una recompensa en forma de una sonrisa devuelta por algún ser que aún conserve un poco de empatía y amor. Puro egoísmo en realidad, pero al menos un egoísmo bello, que no hace mal a nadie y deja un buen legado.
Por eso sonrío, para equilibrar, para liberarme a mi y a quien me reciba con su mirada, para vencer el miedo a ser heridos y para encontrar un cómplice en el camino porque se que este es un buen retroalimento, de los pocos que recargan el mundo de luz, junto con el arte, la poesía y la música… Por eso cuando alguien me sonríe y me dice que siempre sonrío no puedo más que sonreír de nuevo más fuerte y dar las gracias al ver que el reflejo de mi sonrisa o su sonrisa trascendió y entre todos ya hicimos del mundo un lugar mejor.